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Mirar desde la perspectiva

Psicología de la perspectiva y el arte del Renacimiento

MICHAEL KUBOVY

Trotta, Madrid, 1996

Trad. de Dolores Luna

216 págs.

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En su biografía sobre el pintor Paolo Uccello, Vasari afirma que pese a haber sido éste «un ingegno sofistico e sottile», su obsesión por la perspectiva le impidió alcanzar un estilo verdaderamente bello en la pintura, especialmente en las figuras, acabando sus días solitario, strano, malincónico e póvero. Se trata de una admonición que no debería echarse en saco roto, pues Uccello no es el único en haber caído bajo la extraña fascinación que parece ejercer la perspectiva, y el libro que comentamos es buena prueba de ello.

Por otro lado, las palabras de Vasari sugieren que, con raras excepciones, durante el Renacimiento la perspectiva no pasó de ser, aunque importante, una ciencia auxiliar; una ciencia, por lo demás, que en su mayoría los artistas aplicaron de forma empírica, siempre dispuestos a alterarla en aras de una mayor expresividad. Pese a todo, la «ventana al mundo» albertiana ha intrigado a los investigadores y les ha impulsado a extraer las más insospechadas consecuencias de su aplicación. No podemos menos que recordar aquí el extraordinario ensayo de un jovencísimo Panofsky, «La perspectiva como forma simbólica», o el perversamente inteligente estudio de Jürgis Baltrusaitis, «Anamorfosis o perspectivas curiosas», por citar sólo a dos de los más interesantes ejemplos.

El libro de Kubovy, sin embargo, resulta de difícil clasificación y de aún más difícil comprensión. Para empezar, su autor no es historiador sino un psicólogo experimental, especializado en temas de percepción visual, y resulta evidente a lo largo del texto que se siente mucho más cómodo en este terreno que en el específicamente histórico-artístico. En realidad, el libro en su mayor parte está dedicado al estudio de los mecanismos perceptivos y de los convencionalismos representativos, en general, en torno a la tercera dimensión, de modo que las obras de arte renacentistas a las que se hace alusión lo hacen casi exclusivamente a modo de mera ilustración. Quiere decirse con esto que, en la inmensa mayoría de los casos, no obtenemos una comprensión más profunda de las obras de arte citadas o incluso un enfoque más novedoso.

De hecho, casi hasta el final del libro resulta difícil de entender cuál puede haber sido la intención del autor, cuál su tesis: es decir, en qué medida y de qué forma relaciona los dos términos postulados en el título del libro, la «psicología de la perspectiva» y el «arte del Renacimiento».

Como decimos, es hacia el final cuando se nos revelan las verdaderas intenciones de autor y ello a través del análisis de unas cuantas obras concretas: el Santiago camino delmartirio de Mantegna, en Padua, la Sagrada Cena milanesa de Leonardo da Vinci y la Boda desigual de Francisco de Goya (que, dicho sea de paso, resulta sorprendente encontrar en un contexto de obras «renacentistas»). Lo que Kubovy pretende demostrar es cómo a través de la perspectiva y de su manipulación, los artistas del Renacimiento consiguieron hacer expresar a sus composiciones un algo más inexpresable por otros medios.

La tesis no deja de ser interesante pero los resultados tal como se desprenden de los análisis efectuados por el autor de las obras citadas quedan bastante por debajo de las expectativas levantadas. En realidad, quedan tan debajo que, para ser creído, no hay más remedio que citarlo literalmente: «Mantegna –escribe, por ejemplo– utilizó la perspectiva para producir discrepancia entre la dirección de la mirada del espectador (hacia arriba) y la dirección implícita en la orientación del plano del cuadro (horizontal). El resultado es una obra vibrantemente tensa, llena de presagios» (sic). Por su parte, Leonardo «utilizó la perspectiva para elevar al observador a un centro de proyección extraordinariamente alto, obteniendo así una sensación de elevación espiritual» (de nuevo, sic). En fin, el análisis del cartón de Goya, que aparece en forma de apéndice curiosamente titulado «Goya abre una ventana para enviar un mensaje», alcanza cotas realmente inverosímiles, afirmando enfáticamente el autor que «Goya trastocó las leyes de la perspectiva para transmitir su opinión de que los matrimonios concertados violan las leyes de la decencia», y más adelante: «No es un accidente tampoco que Goya violara las leyes de la perspectiva para criticar el pisoteo de los derechos individuales por parte de la sociedad, en un momento de nuevo comienzo, cuando emergía por primera vez la democracia moderna» (una vez más, sic).

Uno es desde luego profano, entre otras muchas cosas, en la psicología de la percepción e incluso en las reglas elementales de la geometría que permiten la costruzione legittima, por tanto le resulta difícil evaluar lo que de innovador aporta Kubovy en su estudio sobre estos temas. Pero desde luego en el terreno de la historia del arte o, mejor dicho, en el análisis de las obras de arte es difícil alcanzar mayores cotas de inanidad.

El libro, sin embargo, posee un look moderno que puede seducir a los lectores menos advertidos. Así, encontramos en alegre compañía ilustraciones como un Dibujo aleatorio de Kenneth Martin y un relieve de Donatello, una miniatura medieval y la Trinidad de Massacio, y todo ello acompañado de diagramas, esquemas, curvas estadísticas, etc., que parecen dar peso «científico» a las aseveraciones de su autor.

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Ficha técnica

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