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La aventura interior

La escondida senda

LUIS PÉREZ ORTIZ

Lengua de Trapo, Madrid, 1998

197 págs.

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Pérez Ortiz hace acto de presencia en la sociedad literaria con un relato que comparte un desasosiego finisecular, pero aporta una voz propia y nada mimética. Este nuevo narrador aborda en su primera novela el conflicto de la identidad con planteamientos muy personales y de notable riesgo. Aunque coincida con un gusto de la hora presente por la especulación y el culturalismo, su propuesta contiene altas dosis de singularidad y resulta satisfactoria. No es cuestión de dar detalles de los percances vividos por el protagonista en una línea argumental bastante sencilla en apariencia: un día, al mirarse en el espejo, nota algo raro y encuentra el reflejo de un extraño que tal vez era él; al final, percibe que su vida ya estaba escrita en un futuro desde el que leía su experiencia en nuestro siglo.

Este planteamiento borgiano se desarrolla, por una parte, en una doble historia que tiene la virtud de encarnar con buena dosis de emociones, de sentimientos y de anécdotas concretas un asunto bastante abstracto. Hay vida, pasiones, erotismo, incidentes curiosos y humor fino en esa peripecia que sabe detenerse en los bordes de lo especulativo. Por otra, se puebla, sin que se pierdan el frescor y hasta la amenidad de una historia en cierto modo corriente, de ideas y reflexiones que convierten al libro en una plataforma para ejercitar el pensamiento, para inquietar al lector sobre los límites de nuestro mundo y sobre las aprensiones acerca de la realidad. Vitalismo y especulación se juntan y sueldan y, sin dejar de tener interés novelesco, anecdótico, el relato se abre a cuestiones generales del pensamiento y de la existencia.

Este núcleo de preocupaciones es una especie de camino iniciático que lleva al protagonista al hallazgo de una idea propia sobre la mejor actitud ante la vida. Ello explica que se utilice como título el conocido verso de Luis de León al cual no se refiere el texto. Y no hace falta glosa alguna, pues resulta claro que La escondida senda desarrolla la historia de una aventura interior hacia la sabiduría. Las ideas de Pérez Ortiz, de todos modos, podrían encontrarse con parecido vigor en otros autores y su mérito y reto está en una vertiente distinta de su libro, en la construcción.

La escondida senda tiene dos partes. La segunda repite en esencia la misma trama que la primera y aclara algunos detalles de ésta. Los escenarios son idénticos: se sale de una gran ciudad innominada y se llega a un pueblo costero llamado Alcedo. También coinciden los dramatis personae principales: un treintañero, la chica que tiene relaciones con él, la joven a la que encuentra en el camino y un extraño mendigo. Tienen, en cambio, nombres diferentes en cada parte: Armando/Bernardo, Adela/ Berta, Beatriz/Aurelia, Basilio/Alfredo, respectivamente. Hallamos, por tanto, y mediante dos voces narrativas (la primera persona sucede a la tercera), el relato ficcionalizado y el relato real de una misma peripecia, por decirlo de alguna manera sencilla. Con ello, el autor nos mete en el abismo de las fronteras de la realidad, de la certeza de la existencia, del modo de distinguir la verdad de la ficción. Porque este juego especular –por acudir a un término muy postmoderno– se enreda, y, a su manera, se enriquece, al contar con la actividad de Basilio/Alfredo, consistente en escribir miles de vidas en sucintos guiones, y al estar también la vida de Armando/Bernardo ya escrita.

La prosa subordinativa de la novela sirve bien a un discurso analítico –con alguna atinada incursión lírica– y sólo la afea alguna incorrección idiomática. El relato avanza entre los meandros del pensamiento, pero no pierde eficacia narrativa. Hay en el autor un riesgo de formalismo excesivo, debido, creo, a la fascinación que le produce el artificio anejo a todo arte y que no trata de disimular. Al contrario, para jugar con las cartas descubiertas, dedica la novela a Luis Goytisolo y la encabeza con una cita de uno de sus títulos más experimentales, Estela del fuego que se aleja. El riesgo, aquí, está medido, pero entraña un peligro si no controla en el futuro esa inclinación, porque sería una pena que se estropeara por una demasía de artificiosidad una de las salidas más atractivas, singulares y prometedoras entre las nuevas voces de nuestros días.

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Ficha técnica

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