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Iris y el tiempo

Iris y sus amigos

JOHN BAYLEY

Trad. de Fernando Borrajo Alianza Editorial, Madrid

264 págs. 2.404 ptas. 14,45

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A John Bayley conviene agradecerle –de entrada– que siga respirando del aire de Iris Murdoch (viviendo de su mundo, pues) sin sensación de culpabilidad ninguna. Esto es, con la mayor frescura. Y consciente de que por buena literatura que haya creado a partir de su famosa, y fallecida, esposa a muy poca gente (empezando por las editoriales que hoy se lo disputan y traducen con celeridad sus libros) le hubiera interesado sus peripecias biográficas, ni menos las de sus amigos, que en este caso vienen justificados por el alibi de serlo también de Iris Murdoch. De quien en este libro, como ya se hiciera en el primero, y bien exitoso, de la serie (Elegía a Iris) se nos narra la trampa mortal en forma de Alzheimer (el doctor A. de Iris y sus amigos) en que cayera la autora de Under the Net. Una trampa, en fin, bien poco estética; el Alzheimer reduce a sus pacientes a una vida animada, sí, pero carente de lógica o, siquiera, de armonía. Como consecuencia de ello Bayley, de algún modo el eunuco de Iris Murdoch, resulta ahora su padre: un padre feliz, como aquí se nos reitera, de tomarse un licor y acariciar con la mirada un libro apenas la hija bulliciosa, tampoco díscola, se ha dormido. Sin duda el impacto brutal que suponía el primer libro, sobre todo para los admiradores de la escritora, con las revelaciones inherentes a la enfermedad de Iris queda ahora muy diluido; un poco como eslabón tenue entre los dos libros o pretexto para la existencia del segundo. Que seguramente se hubiera sostenido por sí solo sin la presencia de Iris Murdoch, sólo a cuenta de las vivencias humanas, también literarias de John Bayley. Ahora bien, ¿quién iba a querer leerlas?

John Bayley, recordemos, nació en la India y, estudiante en Eton y Oxford, pagó su tributo británico en la segunda guerra mundial. Profesor en Oxford, conoce allí a Iris Murdoch, convirtiéndose en escritor-consorte, también en «negro», al menos en recensiones y críticas, de la Murdoch, papel del que en absoluto reniega. Y es a partir de esta condición de chevalier servant (y no de eunuco ingrato) desde donde hay que entender el punto de partida, y de llegada, de John Bayley. Un creador que sabe dar testimonio estético (la ética en este caso habría que tomarla como un understatement) de una evidente derrota, y no de las más bellas, suponiendo que alguna lo sea. Porque el Alzheimer en su fase más aguda, la sufrida por Iris Murdoch, convierte al paciente en juguete patético, sin la más mínima contención fisiológica; aspecto este último que John Bayley contempla lo justo como para no otorgar a su libro de aspectos morbosos suplementarios a los que de por sí trae implícitos. Las vivencias privadas de John Bayley y sus amigos (a veces también de Iris Murdoch, otras no, pocas conocidas del lector español), ya se dijo, tienen interés literario. Siempre dentro de esa línea de la tradición memorialista británica: minuciosa de un modo elegante, casi nunca hiriente, moderadamente irónica y aun epigramática. Sólo por estas razones cabría leer Iris y sus amigos, libro traducido con inteligencia y sensibilidad por Fernando Borrajo, quien había hecho lo propio con Elegía a Iris. Y por cierto que ambos libros, conviene hacer la precisión, pueden leerse de manera independiente, lo que en el caso del segundo no deja de ser un elogio, al tiempo que un logro de difícil consecución. Y si la portada de Elegía a Iris era todo un acierto, la de Iris y sus amigos no le va a la zaga, con esa Iris desvalida y seguramente recelosa al lado de John Bayley y junto a unas colgaduras bien simbólicas terminadas en flecos o jirones. Así la vida de una creadora de fuste que acabó desvaneciéndose entre sombras.

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Ficha técnica

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