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Humboldt, Cuba y De la Sagra

Ensayo político sobre la isla de Cuba

ALEXANDER VON HUMBOLDT

Fundación Fernando Ortiz. La Habana. (Edición tomada de la de La Habana, 1930, Libros Cubanos, vols. XVI y XVII)

Ensayo político sobre la isla de Cuba

ALEXANDER VON HUMBOLDT

Ediciones Doce Calles y Junta de Castilla y León, Madrid

Estudio introductorio de M. Á. Puig-Samper, C. Naranjo Orovio y A. García González.

458 págs.

5.875 ptas.

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Se cumple en este año el segundo centenario de la salida de Alejandro de Humboldt desde el puerto de La Coruña para iniciar su viaje americano (1799-1804), realizado en compañía de Bonpland. Entre las publicaciones conmemorativas que, con ese motivo, se han hecho en España y en América se encuentra la reedición de una obra humboldtiana que, en su tiempo, alcanzó gran eco por abordar, entre otras cosas, el problema de la esclavitud: el Ensayo político sobre la isla de Cuba.

Es una reedición plenamente oportuna, pues en España esta obra no se había publicado nunca (si se prescinde de una dudosa edición de Gerona, 1836), conociéndose tan sólo por las ediciones en castellano hechas en Francia en el siglo pasado (la última de ellas en 1840) o, más raramente aún, por ediciones tardías. De hecho ésta, como muchas de la obras de Humboldt, era difícilmente consultable en España, incluso en gran parte de las bibliotecas universitarias. Oportuna, también, por coincidir no sólo con la conmemoración del viaje americano de Humboldt, sino también con el primer centenario del fin de nuestro dominio colonial en Cuba. A falta de una edición completa en castellano de la serie americana de Humboldt, la de su Ensayo sobre Cuba permite un acercamiento más fácil del lector español de hoy a su obra y a su método.

El «Ensayo político sobre la Isla de Cuba» apareció en 1825 como parte del tomo III de la Relation historique du Voyage aux régions equinocciales du Nouveau Continent. Fue objeto de una edición aparte en 1826, y se tradujo al español al año siguiente, en París.

Siendo parte de la Relación, el Ensayo participa de su carácter y de su estructura y, como ella, incorpora todas las observaciones y novedades recogidas por el viajero, que permaneció en la isla algo más de cuatro meses, y otras son objeto de contraste y comparación con hechos análogos de otras época o de otros ámbitos.

El uso del método comparativo es una constante en toda la obra humboldtiana, como es una constante a destacar, porque fue una novedad en su tiempo, el permanente afán cuantificador, aplicado a todos los hechos físicos, económicos y sociales susceptibles de ser expresados o analizados numéricamente. La superficie de la isla, las temperaturas, la población, o la producción y comercio del azúcar, por ejemplo, son prueba de ello.

La visión que de esos hechos plantea Humboldt es nueva. Si se trata de población, considera su distribución espacial, con distinción del origen étnico y de la situación social. En este sentido, las páginas dedicadas al problema de la esclavitud trascienden del análisis numérico para convertirse en argumento en contra del mantenimiento del sistema esclavista; de ahí el recelo con que fue recibida la obra en Cuba, la prohibición de que circulase y el hecho de que no se editara en la isla sino en 1930, ya perdida toda actualidad. La atención a los hechos de la geografía física es igualmente notable; sus esfuerzos por determinar el contorno insular, y por fijar su superficie, o la atención prestada a las condiciones climáticas significaron aportaciones novedosas en esos ámbitos.

El interés que hoy tiene todo ello para el lector es variable. Acostumbrado a disponer fácilmente de atlas y mapas fiables, puede chocarle que Humboldt se preocupe tanto por precisar las coordenadas de ciudades y accidentes topográficos; pero ese mismo hecho nos pone ante la distancia que separa la época de la Ilustración de la nuestra: el mundo, entonces, no era plenamente conocido, y estaba comenzando a surgir, con gran lentitud, la cartografía moderna; la determinación de coordenadas no era simple curiosidad, sino expresión de la necesidad de disponer de datos exactos.

El Ensayo es, pues, un buen compendio del método humboldtiano, de su capacidad de análisis y crítica, del carácter omnicomprensivo de los intereses intelectuales de su autor y de la trabazón de su pensamiento. Y no siendo, sin embargo, la más amena de sus obras, no están ausentes de sus páginas, aquí y allá, las muestras de sus dotes descriptivas y narrativas, de su poder de evocar, sugerir e interesar.

Cualidades tanto más visibles cuando aborda asuntos que no requieren tratamiento numérico, y especialmente perceptibles cuando aborda aspectos de la Naturaleza, de la vida social o, mejor aún, recuerdos y experiencias de viaje. Sin duda, donde esas capacidades descriptivas brillan con más fuerza es en el capítulo final: «Viaje al Valle de los Güines, al Batabanó y al Puerto de la Trinidad, y a los Jardines y Jardinillos del Rey y de la Reina».

Son páginas llenas de viveza, en las que se suceden observaciones de todas clase, como las referidas a la distinción entre caimanes y cocodrilos, que nos coloca ante las dudas y las dificultades del naturalista; el colorido del agua y del cielo de la ensenada de Batabanó, el paisaje de la Ciénaga; los fenómenos de refracción del aire de los islotes de los Jardines y de los Jardinillos, en el archipiélago de la Isla de los Pinos; la configuración de los cayos; el olor de flores de miel de los surgideros; las hojas plateadas del miraguano, que cubren el llano entre Guarabo y Trinidad; la amabilidad de los mercaderes catalanes que le conducen hasta esa ciudad; la viveza del ingenio de las mujeres cubanas; o el espectáculo llamativo de la multitud de insectos fosforescentes que cubren el suelo y de las hojas de los árboles, brillando en la noche, y que puestos en una calabaza agujereada, usaban las familias pobres como faroles…

Un deslumbrante capítulo que deja entrever el método del viaje humboldtiano a la vez que es expresivo de la entidad científica de su autor y, sobre todo, de su sensibilidad y capacidad narrativas.

Precede a esta edición un amplio estudio introductorio, a cargo de Miguel Ángel Puig-Samper, Consuelo Naranjo y Armando García. Esa introducción tiene el mérito de dibujar con claridad el estado de la ciencia en Cuba en la época de Humboldt, así como de sintetizar el desarrollo económico y poblacional de la isla en aquellos años, mediante el uso de una extensa bibliografía. Se revive así, eficazmente, el mundo intelectual y moral que Humboldt y Bonpland conocieron durante su estancia en la Gran Antilla, a la par que apuntan no pocas de las relaciones personales que tan útiles les fueron para la recolecta de materiales, documentos, opiniones, a la vez que se hacen precisiones novedosas.

Ese esfuerzo sintetizador tiene algunas limitaciones explicables, por otra parte; pero no quisiera dejar de rectificar un error, no por anecdótico menos sorprendente: en la página 96, en nota a pie de página, se hace referencia al explorador y geógrafo alemán German Beliberg (sic). Germán Bleiberg Gottlieb, hijo de padres suizos de lengua alemana, nació en Madrid en 1915; estudió Filosofía y Letras, y formó parte de «La Barraca». En 1938 obtuvo el premio Nacional de Literatura, compartido con Miguel Hernández; en los cincuenta formó parte del círculo de la Revista de Occidente, y en 1961 emigró a los Estados Unidos, donde fue profesor de literatura en la Vanderbilt University y en el Vassar College, entre otros centros. Murió en Madrid en 1990. No fue, pues, alemán, ni mucho menos explorador o geógrafo, aunque sí se doctoró hacia 1959 con una tesis sobre el viaje frustrado de Humboldt a España, leída en la Universidad de Madrid.

Acompaña a esta reedición una extensa serie de ilustraciones en color que amenizan sus páginas, aunque no pocas veces, por un exceso de reducción convertidas en meros adornos o viñetas, perdiendo su valor documental, y algunas demasiado distantes de Humboldt en el tiempo, como el plano de La Habana de las páginas 258-259.

Por último, al hilo de esta reedición que comentamos, parece oportuno recordar que en 1998 se cumplió el segundo centenario del nacimiento de Ramón de la Sagra, figura destacada de la cultura española del siglo XIX y autor, en particular de espléndidas obras sobre Cuba (Historia económico-política y estadística de la isla de Cuba (1831); Historia física, política y natural de la Isla de Cuba, 1838-1868, 14 volúmenes)Véase sobre Sagra mi artículo «Ramón de la Sagra, epígono de Humboldt» en Gómez Mendoza, J., López Ontiveros, A., Martínez de Pisón, E., Ortega Cantero, N. y Quirós Linares, F.: Geógrafos y naturalistas en la España contemporánea. Estudios de ciencia natural y geográfica. Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, 1995. 9.34..

Sagra puede ser considerado como un epígono de Humboldt, en cuanto a la visión omnicomprensiva y a su consideración integradora de los hechos naturales y sociales. Por lo que a Cuba se refiere, la estructura de las obras de Sagra es más clara, su afán de contar y medir no es menor; la masa documental puesta en juego, más notable; el dominio de la técnica estadística y gráfica, absoluto y, en cuanto al método comparativo, hace de él un uso permanente. Sus análisis climáticos y demográficos son, para su tiempo, espléndidos.

Pero, además, Sagra entra en otros ámbitos; por ejemplo, en la organización del espacio. Los capítulos dedicados a los montes, potreros y haciendas de crianzas, ingenios, vegas de tabaco, sitios de labor y estancias, significan una percepción de los elementos del paisaje rural cubano llamativa, pues está formulada ya en 1831. Todo ello con un conocimiento de primera mano, pues no en vano vivió doce años en la Perla de las Antillas.

No está, pues, de más recordar el interés y el valor de las obras cubanas de Sagra, que nunca han vuelto a editarse. Y no sólo las dos citadas, sino también su Relación del último viaje del autor a Cuba, aparecida en 1861, y en la que, libre del corsé científico que constriñe a ambas Historias, Sagra se nos muestra como autor de un espléndido libro de viajes, lleno de observaciones inteligentes, y bien lejos de la apasionada subjetividad que caracterizó a tantos libros de viaje de su tiempo. No estaría de más que, como se acaba de hacer con el Ensayo de Humboldt, se recuperase también la obra de Sagra, verdaderamente singular dentro del campo de las ciencias sociales en España durante el siglo XIX .

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Ficha técnica

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