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Eudora Welty. Boda en el Delta

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El interés por la novela sureña norteamericana en España va por rachas: algunos autores han sido ampliamente leídos y reconocidos, como es el caso de Truman Capote; otros, como Carson McCullers o Flannery O'Connor han vivido un período de atención y luego han desaparecido prácticamente de las librerías; otros, en fin, han sido editados sin que la resonancia les haya acompañado:William Goyen,Walter Percy o, en el caso que ahora nos ocupa, Eudora Welty.Tras la Generación Perdida, en los Estados Unidos aparecen varios focos de escritura narrativa que han sido quienes han llevado la batuta en los años cincuenta y sesenta del siglo XX : la narrativa judía (Bellow, Malamud, Philip Roth…); los nuevos narradores sureños post-Faulkner, arriba mencionados; los escritores negros (Ellison, Baldwin,Wright); los europeos procedentes del exilio (Singer, Nabokov); los narradores decididamente urbanos (Salinger, Updike, Cheever) y, por último, la generación beat encabezada por Jack Kerouac y los experimentos de William Burroughs. Después, llegarían los posmodernos. La narrativa norteamericana se extendía por un ancho y largo valle de esplendor.

Eudora Welty (1909-2001) es un caso excepcional de longevidad creadora. Nació en Jackson, Mississippi, e hizo de una pequeña ciudad sureña –semejante a su propio lugar de nacimiento en el amplio delta del Mississippi, situado al suroeste de Nueva Orleans– el centro de toda su obra.Aunque estudió en la Universidad de Columbia, casi toda su vida la pasó en Jackson, donde se inició en la radio y prensa locales. En 1941 publicó su primer libro, Una cortina de verdor, y siguió publicando libros hasta 1984, alternando relatos y novela. Boda en el Delta es su primera novela, publicada en 1946. Está considerada como una de las más importantes narradoras norteamericanas del siglo XX.

Boda en el Delta narra un episodio en la vida de la familia Fairchild, una acomodada familia del Delta: la boda de Dabney Fairchild, la hija mayor del matrimonio formado por Ellen y Battle Fairchild. Es un episodio que arranca con la llegada de la pequeña Laura en el tren conocido popularmente como «El perro amarillo»: su madre acaba de morir y su padre la envía a casa de los Fairchild con motivo de la boda. Los Fairchild son una extensa familia que da nombre al pueblo, cuyos componentes, dispersos, se disponen a reunirse en torno al feliz acontecimiento social; la madre de la pequeña Laura era una Fairchild y su desconcertado padre piensa que es una ocasión para que se reencuentre con sus primos y tíos y se distraiga de la pérdida tan cercana. La novela comienza a andar desde el punto de vista de Laura, pero pronto advierte el lector que el punto de vista no es único. A medida que los diversos componentes de la familia van apareciendo en escena, ésta se abre a la mirada y los sentimientos de todos y la estructura del relato se complica.

A primera vista, podría parecer una historia costumbrista: no es así, sin embargo, porque la novela no se limita a hacer un retrato de tipos y costumbres sino que en todo el libro se advierte, precisamente por la distribución escénica de esa completa y dilatada familia, la construcción de un conflicto que tiene un tronco común cual es la visión del sur norteamericano; la cual, en definitiva, remite a una manera de ser, a un estilo de vida que trasciende la anécdota e incluso el pintoresquismo para afirmarse como una tradición, un modo de vivir y entender el mundo. La tradición no aparece como un hecho estático sino como un fluir de conciencias que se manifiestan constante y permanentemente a través de un entrechocar de menudencias que, poco a poco, revelan las calidades dramáticas que se esconden bajo el trajín de la boda. De hecho, la fuerza narrativa de Eudora Welty se manifiesta precisamente ahí, en su capacidad para descubrir lo que late por debajo de esa familia tumultuosa y satisfecha de su condición y en ese punto de vista de la autora para utilizar con extrema sensibilidad el aprecio por lo grotesco que tiene la narrativa de su generación.

La novela está atiborrada de cosas: pan de maíz, cubo de melaza, vino de moras, sombreros, vestidos, bulbos de jacinto, una pieza de lana escocesa,un patrón de confección, cebollas, huevos de pintada, fuentes, higos, melocotones, guisantes, algodón, manzanas, cielo y nubes, varas de oro, ocozoles, perros de caza, claveles, cosmos… Es la carnalidad de las cosas lo que impera, porque cada una de esas cosas infinitas que regulan infinitamente la vida de los Fairchild como un reloj de pared regula los tiempos de una casa es el primer punto de contacto que se ofrece al lector para percibir a los personajes.Y lo mismo que las cosas, la voz narrativa se hace múltiple, salta de unos a otros, habla de ellos por dentro y por fuera, está en continuo movimiento, un movimiento que trae los pensamientos y sensaciones de todos como el agua fertiliza en su fluir las orillas del Mississippi. La vida está pegada a las cosas naturales, las cosas de la naturaleza, y son como el abecedario de las vidas de los Fairchild.Y entonces sucede que el sentido de las cosas pequeñas, de las minucias cotidianas disparadas por el acontecimiento de la boda, se manifiestan a la vez como el conjunto de una vida y como el armazón de la Vida, con mayúscula. Todos los personajes del relato están permanentemente haciendo algo, cruzándose, completándose, distanciándose, enredándose; son como un juego de luces y colores que, al paso de cada página, componen nuevas formas siempre atrapadas dentro del mismo círculo afectivo y, a la vez, emiten un zumbido constante que tiene todo que ver con lo sustancial de la vida de las personas.

Eudora Welty pertenece a ese tipo de escritores que confían sobre todo en la perspicacia de su mirada. La complejidad narrativa, en el caso que nos ocupa, no está puesta en la escritura, sino en la estructura; el ritmo lo marca la estructura, y la escritura es rica, pero sencilla. La mirada es la que manda; es la insufladora de vida, experiencia y significado porque es, precisamente, la que se permite descubrir lo significante de entre la maraña de gestos, actitudes, ademanes y situaciones que las personas ejecutan en –en este caso- su vida diaria. La selección adecuada de lo significante es lo que determina la eficiencia expresiva. En realidad, la anécdota que sostiene la novela es muy discreta: todo se mueve en torno a los preparativos para la boda de Dabney y la llegada de los diferentes miembros de la familia, de manera que el interés dramático de la trama es la sucesión de desvelamientos que trascienden esa anécdota para ir dibujando el perfil de los personajes y sus líneas de fricción.

Hay tres personajes que se acaban revelando como centrales: Ellen, la madre de Dabney, que no es una Fairchild sino una mujer casada con un Fairchild; los Fairchild esperan de ella su contribución a la familia, pero son incapaces de contemplarla como alguien distinto,unido a ellos, pero distinto. En realidad, le agradecen su esfuerzo y lo aprecian. Robbie, la esposa de George, es otra mujer que debe adaptarse a los Fairchild.Se la considera como alguien que, desgraciadamente, no es una Fairchild, pero, a diferencia de Ellen,Robbie no se amolda a ellos, quiere a George para sí y su propia vida y esto la hace fastidiosa aunque inevitable para los demás. George es el favorito de todos, el más simpático, divertido y dicharachero, el de mejor espíritu, pero la realidad va desvelando su apatía, su falta de alicientes, sus dificultades con una Robbie a quien ama, su incapacidad de hacer frente a la vida que se esconde bajo su fama de poseer el encanto de la familia.Y el cuarto personaje de importancia es una sombra: Denis, el hermano que murió, el verdaderamente amado y venerado por todos y cuyo recuerdo pesa sobre George como una losa, pues se encuentra obligado a suplirlo.A partir de las implicaciones dramáticas que este cuarteto va revelando,el resto de la familia se divide entre el grupo de adultos y el grupo de niños. Son dos mundos que conviven, pero muy distintos entre sí.Los adultos representan la tradición y los niños, la naturaleza. Ese conflicto, la disensión entre tradición y naturaleza, entre normas de comportamiento y vida en fin de cuentas, está continuamente presente. No quiere decir que la tradición excluya a la naturaleza, más bien diríamos que la tradición la ha domado, razón por la que cuenta tanto con ella; pero la diferencia entre ambos conceptos se establece, además, por la convicción de los Fairchild de vivir,a pesar de todo,en el mejor de los mundos y en el más correcto frente a la espontaneidad de unos niños que aún no asimilan –sólo lo atisban– el código de conducta de los adultos.Entre medias,Dabney,que se dispone a iniciar una vida, que representa en realidad el relevo de una generación por otra, y su hermana Shelley, de carácter más fuerte y personal,que acabará partiendo hacia Europa,lejos de los modos del clan aceptados enteramente por Dabney (aunque,como en toda familia de este tipo,puede que el día de mañana le corresponda regresar para ser la figura extravagante que siempre completa el cuadro).

Quizá el personaje más intenso sea Ellen, precisamente por ser un elemento ajeno, venido de fuera para integrarse por matrimonio. Es el caso contrario de la madre de Laura, una Fairchild auténtica casada con un ajeno que se la lleva del condado. La presencia de Laura es, en consecuencia, testimonial; todos suponen que su padre no sabe qué hacer con ella (en realidad, lo consideran desgajado de la familia, pero es el padre de Laura) y la acogen con el cariño y la convicción de saber que, al menos por un tiempo, regresa a la fuente nutricia de su existencia: la familia dominante. Ellen es la mirada crítica desde el interior: no se aflige por estar allí, pero es consciente de que está dedicada no ya a su familia directa (su marido, sus hijos), sino a las normas del clan: las expresiones de su desfallecimiento, de su desánimo, su comprensión por esa Robbie que ha abandonado momentáneamente a George… está magistralmente expuesto y es la pieza de la que se vale Welty para poner la distancia de observación necesaria, para establecer la perspectiva. La habilidad de la autora, sin embargo, no permite que el clan aparezca como una pesadilla; al contrario: en el clan hay comprensión, apoyo y diversión. Ese delicado equilibrio entre la presión que el clan hace sobre sus miembros y la fuente de vida que contiene, entre la asfixia y el cariño, es el punto de encuentro de todos los elementos del relato. Hay un momento en que la situación de Ellen queda perfectamente definida: «Pero estaba cansada, y a veces el mundo entero parecía cuesta arriba y como huyendo de ella, que estaría siempre embarazada de otro hijo que traer a él». Ellen es, sin duda, el personaje más completo y complejo y también la llave maestra del relato. Otra descripción muestra la función de Robbie en el mundo de sentimientos del derrotado George: «Sólo ella [Robbie] podría protegerlo contra aquel dominio, aquel empujón separador del amor de los Fairchild». La desazón y el desánimo de la pérdida momentánea de Robbie por parte de George, lo que revela en realidad es su condición de fracasado obligado a asumir el rol de «alma» de una familia respecto de la que, en realidad, desea poner distancia. La sombra de Denis, a quien se ve obligado a suplir, es quien lo aleja de Robbie, por más que durante la fiesta de la boda la recupere. En cierto modo, Robbie es, más que su esperanza, el testigo vivo de su imposibilidad de construir su propio destino y de asumir sus propios deseos.

La escritura de Welty es, en esta primera novela, muy sencilla y enormemente eficaz, como dije. A título de ejemplo, valga esta frase: «El sonido de las cortadoras de césped era plañidero; parecían decir:"Por favor… por favor"». Es adecuado, además, a la descripción de las vidas de los Fairchild: «En cuanto supe que ibas a casarte, te planté un esqueje de rosa Seven-sister», dice una de las numerosas tías.Y el relato está lleno de elementos que actúan como leitmotiv –un ejemplo: la presencia periódica de Mary Lamar Mackey tocando el piano en la sala–,leitmotiv que actúa como acompañamiento de fondo. Hay momentos, también, de suprema calidad literaria, como el rato en que Ellen está preparando la tarta, que contiene una serie de movimientos y recuerdos, cuyo eje es el trabajo de cocina, que opera a la manera de un monólogo interior que se adhiere a cuanto sucede a su alrededor en ese minúsculo espacio. Finalmente, el capítulo VI –la boda- es donde Welty depura y acelera el tempo y crea un ambiente asombrosamente dinámico, divertido y elegante. Es un ballet. Después, la felicidad del descanso tras los días ocupados en cumplir la complicada y exigente ceremonia, se resuelve casi en una frase: «¡Cómo los ridiculizaba a todos el delicioso ahora!». La boda y la novela han terminado. El lado oscuro y opresor de los Fairchild se detiene por un momento de relajo.

Esta hermosa narración –palabra exacta para definirla– trata del misterio de la personalidad humana, el del otro y el del propio yo, como un hecho dramático, no trágico, y también de la incapacidad de comprenderse verdaderamente unos a otros y del problema de llegar a conocer qué es lo que nos une y qué es lo que nos separa.


Boda en el Delta, de Eudora Welty, acaba de ser publicado por Alfaguara.

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Ficha técnica

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