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Tres vidas en una

EL ORIENTALISTA

Tom Reiss

Anagrama, Barcelona

Trad. de Marco Aurelio Galmarini

608 pp.

27 euros

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Ali y Nino es la historia de amor entre una geor­giana cristiana y un azerí musulmán situada en Bakú, la capital de Azerbayán, que fue escrita en los años treinta por Kurban Said y que, en ese país, consideran su novela nacional. En El orientalista, Tom Reiss reconstruye la vida del autor de la novela, cuyo nombre original no era Kurban Said, ni Essad Bey, el pseudónimo que usó anteriormente, sino Lev Nussimbaum. Una vida, o tres, que pasean por el convulso y caótico mundo de la primera mitad del si­glo XX y nos presentan a los curiosos y contradictorios personajes que lo pueblan.

Lev nació en Bakú en 1905, hijo de uno de los magnates del petróleo que se habían congregado desde finales del siglo XIX en Bakú, donde también se iniciaron dinastías más conocidas y perdurables, como los Nobel o los Rothschild. Su madre murió muy joven, envuelta para el joven Lev en el misterio y el tabú, de modo que Lev apenas llegó a saber que su madre había estado vinculada en Bakú a un oscuro grupúsculo clandestino: los bolcheviques. Por aquel entonces, el matón bolchevique en Bakú era un georgiano de nombre Jozif Djugashvili que, como Lev, se ocultó tras dos alias. En Bakú se hacía llamar Koba. Andando los años, aquel georgiano, ya bajo el sobrenombre de Stalin, el hombre de acero, llegaría a alcanzar decenas de millones de éxitos en su carrera de asesino, una proeza a la que no po­drían siquiera acercarse ni sus más aventajados discípulos ni su aliado Adolf. Sin embargo, Koba no parece haber sido el agente directo, aunque podría ser el causante, de la muerte de Bertha Nussimbaum, quien parece haberse quitado la vida por vergüenza y arrepentimiento, tras ser inducida por el clan a cometer algún tipo de atentado contra su marido.

Así pues, Lev creció huérfano de madre, al amoroso cuidado de la Fräulein alemana que su padre, Abraham, había contratado para que Lev aprendiera el idioma, en un ambiente cosmopolita, rodeado de amigos de ambos sexos y de todas las lenguas y religiones, y en una ciudad que transitaba por su mayor esplendor, en la que prefería frecuentar los barrios musulmanes. Una ciudad a orillas del mar Caspio, cuyas aguas estallaban espontáneamente en llamas con cierta frecuencia. Tanta que inspiró la religión de los zoroastras, los adoradores del fuego, de la que, pese a milenios de persecución, sobreviven comunidades, sobre todo en Irán y en la India, adonde escaparon los Parsis que, como los primos sefardíes de Lev, conservan en su apelativo reminiscencias del país del que tuvieron que huir.

El esplendor de Bakú iba a durar poco. En 1917 estalla la revolución rusa y en la subsiguiente guerra civil, la ciudad cambia varias veces de manos, desatando cada conquistador o reconquistador atroces matanzas. Lev y su padre huyen inicialmente en un barco a punto de irse a pique, pero terminan volviendo tras enterarse de que los bolcheviques han sido expulsados de la ciudad. La segunda huida, la definitiva, la emprenden por separado, acordando reunirse en Armenia.

Lev parte hacia el sur y encuentra a un joven fugitivo armenio que vuelve a su país. Como la zona es un mosaico y la cosa no está para bromas, acuerdan que Lev, que ha adoptado ya la personalidad de Essad Bey (Essad = León = Lev), los presente como musulmanes cuando lleguen a una aldea musulmana, mientras que el joven armenio les haría pasar a ambos como cristianos cuando se aproximaran a una aldea cristiana. Atraviesan aldeas zoroastrianas, cristianas, musulmanas, de judíos de las montañas y hasta una aldea alemana, donde su dominio del idioma le granjea a Lev la bienvenida, la complicidad y la ayuda en su huida.

Tras varios meses, llegan por fin a Yerevan, donde Lev encuentra a su padre y, juntos, tras pasar por Estambul y París, llegan a Alemania y terminan instalándose en Berlín, cuyo barrio de Charlottenburg era entonces un hervidero de emigrados rusos. Sobreviven, cada vez con más penurias, de las ventas que su padre realiza, cada vez a un descuento mayor, de títulos de propiedad y derechos de extracción de crudo en Bakú, en lo que se conocía como el mercado de almas muertas, como las de Nicolai Gogol, que también permitían comprar almas vivas o, como se dice en inglés, «keep body and soul together».

En el Instituto de Bachillerato Ruso de Charlottenburg, Essad coincide con los vástagos de la flor y nata de la emigración rusa. Allí estaban, por ejemplo, las Pasternak, hermanas de Boris; Valentina Brodskaia, que terminaría casándose con Marc Chagall, ilustrador del libro de Gogol, y la bella Elena Nabokova, hermana de Vladimir, el autor de Lolita, que, en la diáspora, había quedado en Inglaterra.

En unos pocos meses de 1922 fueron asesinadas en Berlin dos personas famosas y próximas, por cercanía u origen, a Essad. El primero fue el padre de Elena –Vladimir, como su famoso hijo– por tener la osadía de favorecer un entendimiento con los soviéticos. El segundo fue Walter Rathenau, heredero del imperio AEG. Rathenau lloró la entrada de su adorada Alemania en la Primera Guerra Mundial sabiendo –fue de los pocos en percatarse de ello– que Alemania se quedaría sin materias primas tras uno o dos años de combate. Creó, sin apenas ayuda, la Oficina Imperial de Materias Primas de Guerra, gracias a la cual Alemania pudo combatir durante cuatro años antes de sucumbir a la falta de suministros.

Puesto que el ejército alemán no había sido derrotado en el campo de batalla, para muchos alemanes, la humillante paz de Versalles fue producto no de la falta de suministros, sino de una traición, una puñalada por la espalda, asestada por el bolchevismo y, por supuesto, el judaísmo mundial. El Tratado de Versalles prohibía que Alemania tuviera una fuerza aérea y le permitía solamente un ejército testimonial. Rathenau, en los tres meses en que ejerció el cargo antes de ser asesinado, negoció el Tratado de Rapallo, por el cual Alemania y la Unión Soviética reanudaban relaciones, y que inauguró la colaboración clandestina del Ejército Rojo con la Reichswehr. Pocos años después, sería allí, en la Unión Soviética, bajo la complacida mirada de Stalin, donde la Luftwaffe desarrollaría y probaría sus cazas Messerschmitt y sus bombarderos Junkers 87 y Heinkel, y donde los blindados de la Wehrmacht desarrollarían la doctrina y perfeccionarían la práctica de la Blitzkrieg. Pero para los de la puñalada en la espalda era intolerable que un judío, que había traicionado al Reich, negociara en su nombre, y además con unos bolcheviques, otros traidores.

Al terminar la guerra, y sin ejército, el Gobierno se veía incapaz de controlar las innumerables rebeliones y sublevaciones, la mayoría comunistas, que a diario se desencadenaban en Alemania. Se llega entonces a un pacto secreto entre el Estado Mayor y el Partido Socialdemócrata (SPD) por el que éste se encarga de la formación de un gobierno y aquél de la formación de unidades de voluntarios, que mantuvieran viva una cierta idea del servicio armado a la patria y que sirvieran de instrumento represivo al nuevo gobierno socialdemócrata. Había nacido el Freikorps, que a sangre y fuego aplastó, entre otras, las rebeliones espartaquistas, la República Soviética de Baviera y otras Repúblicas de Consejo (Soviet) o Räterepubliken, asesinando, entre otros, a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Inevitablemente, el Freikorps congregó a numerosos personajes marginales y violentos, bastantes de los cuales morirían en las filas de los blancos y otros terminarían encuadrándose en los Cuadros de Protección, o SchutzStafel, las SS de los nazis. Unos de los primeros en sumarse al Freikorps fue el cadete Ernst von Salomon, que alquilaría el vehículo desde el que fue asesinado Rathenau.

En ese año de 1922, Lev se convierte formalmente al islam en la embajada otomana en Berlín, días antes de su clausura. Gracias a su identidad musulmana, pues no admitía a judíos, y ocultando el hecho de que no ha completado su educación secundaria, Lev, o mejor dicho, Essad Bey Nousimbaum, consigue matricularse en el Seminario de Lenguas Orientales de la Universidad Humboldt de Berlín, y durante dos años sigue la febril rutina de acudir a la universidad por la mañana y al instituto ruso por la tarde. Al concluir sus estudios, y posiblemente con la ayuda de los Pasternak, entra como columnista en la prestigiosa revista literaria Die Literarische Welt. El primer artículo que, en 1926, publica Essad Bey se titula ya «Desde el Este», inaugurando la personalidad orientalista de Lev/Essad.

Tres años después, con veinticuatro, Essad publica su primer libro, Sangre y petróleo en Oriente, que se convierte en un resonante éxito editorial en todo el mundo y convierte a Essad en una celebridad. Essad, encantado con su nueva personalidad de orientalista y de apuesto príncipe oriental que escribe en alemán, publica en los dos años siguientes media docena de libros de temas orientales, término que abarca a la Unión Soviética, y que incluyen una devastadora biografía de Stalin. En la revista, donde continúa colaborando, conoce a Erika Loewendahl, extravagante hija de un potentado mayorista judío de calzado con la que terminaría casándose y protagonizando escándalos periodísticos.

Tras un viaje con su familia política a Nueva York en 1935, y a pesar de las siniestras señales que emanaban de la Alemania de la esvástica, Essad vuelve, ya sin Erika, a Berlín. Lo recibe una carta de la Unión de Escritores de Alemania, que le comunica su expulsión y la imposibilidad de que pueda volver a publicar en Alemania. Essad burla esa prohibición trasladándose a Viena y adoptando la identidad y el nombre de Kurban Said. Con ese nombre publica en 1937 Ali y Nino, un nuevo éxito editorial. Como un año después Austria es anexionada al Reich, el nombre Kurban Said (sacrificio gozoso) es registrado como seudónimo de la baronesa Elfriede Ehrenfels, una «aria» perteneciente al círcu­lo de amigos más cercanos de Kurban en Viena.

Kurban no tarda en tener que huir de Austria, refugiándose en Positano, cerca de Capri, donde, en plena guerra mundial, la baronesa cada vez encuentra más dificultades para enviarle los fondos procedentes de los derechos de autor de Ali y Nino. Allí, en la indigencia y tras una penosa enfermedad, muere en 1942 «el musulmán», como Kurban era conocido en el pueblo. 

 

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