Buscar

Cuando vence la realidad

DONDE NADIE TE ENCUENTRE

Alicia Giménez Bartlett

Destino, Barcelona

512 pp. 20 €

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Con la que está cayendo sobre el abuso de la ficción en el periodismo –léanse los reparos del biógrafo de Kapuscinski sobre la imaginación del reportero polaco, o la batalla entre Arcadi Espada y Javier Cercas desde Soldados de Salamina–, y resulta que los últimos premios literarios se nutren de eso que llamamos realidad y que, casi siempre, supera a la más atrevida de las ficciones. El Premio Biblioteca Breve de 2011 lo ha ganado Elena Poniatowska con una novela –o biografía novelada– sobre la pintora surrealista Leonora Carrington. La obra, explicó, «es una aproximación a lo que podría ser una exhaustiva biografía de Leonora Carrington. Si pudiera escribirla, lo haría con gusto, aunque esta novela puede estimular a otros a hablar de ella y convertirse en un surtidero de informaciones».

La periodista mexicana pronunció estas palabras un mes después de que Alicia Giménez Bartlett obtuviera el Premio Nadal con Donde nadie te encuentre, otra novela centrada en un personaje real, La Pastora, seguramente el último maquis oculto tras la desbandada que unía a la leyenda del bandolero, su ambigua identidad sexual. Conocida oficialmente como Teresa Pla Messeguer, una fotografía que publicó el semanario de sucesos ¿Por Qué? mostraba a la «mujer» con el aspecto hombruno que marcó su infancia torturada por un rumor agresivo: «Teresot, enséñame qué tienes entre las piernas». De Teresot, que en realidad era un hombre con un micropene oculto sobre las dos mitades del escroto, y que acabó llamándose Florencio, existía una voluminosa biografía del periodista José Calvo Segarra: La Pastora. Del monte al mito (Vinaroz, Antinea, 2009), resultado de cinco años de investigación de campo, documentos, testimonios y entrevistas.

La noche del Nadal, la escritora de Almansa anunció que los hechos narrados en torno a La Pastora eran auténticos y que «la realidad» de Donde nadie te encuentre nacía del libro de Calvo: «Este precioso material ha sido imprescindible para poner en pie mis ficciones», escribe Giménez Bartlett en el epílogo de su novela. Nos encontramos, por tanto, ante una obra dual. De una parte, los personajes de ficción: un psiquiatra de La Sorbona, Nourissier (se llama como el recientemente fallecido prohombre del Goncourt), se pone en contacto en la Barcelona de 1956 con un periodista, Carlos Infante, a quien conoce por un artículo que éste publicó sobre La Pastora, la mujer del maquis con fama de sanguinaria y acusada de veintinueve muertes. Nourissier encarna al parisiense ilustrado que entremezcla el mito del buen salvaje de Rousseau, la imaginería de la España romántica de Merimée y la mística del bandolerismo con sus investigaciones sobre mentes criminales. Infante es el periodista venal y cínico, incapaz de establecer relaciones sentimentales sólidas, adicto al alcohol y propenso a cualquier chanchullo que le proporcione dinero, siempre que no le cree problemas con el régimen franquista.

Giménez Bartlett pone al psiquiatra y al periodista rumbo a los agrestes parajes del Maestrazgo, donde el maquis de La Pastora se dedica a robar a los masoveros. El relato deviene en una road movie rural: un constante toma y daca entre Nourissier e Infante, caracteres enfrentados. Giménez Bartlett reproduce los esquemas de sus novelas negras con Petra Delicado y el subinspector Garzón. Cultiva los diálogos propios del género que, en esta ocasión, por la extensión de la novela, acaban resultando previsibles. El francés que retrata se revela demasiado cándido y relamido, como si en el país vecino no hubiera existido el caso Dreyfus o el Vichy delator y colaboracionista del mariscal Petain. Los españoles, con Infante a la cabeza, son intercambiables: toros resabiados, prestos a embestir o a vender a su madre por un plato más de las lentejas del racionamiento. En cuanto al territorio, todo lo áspero que se quiera, la autora carga las tintas en esos sucesores del carlismo trabucaire que campó por Els Ports en tiempos de Cabrera. Las visitas de los protagonistas a las masoveros que han sufrido la extorsión de un maquis que ya no se diferencia de la delincuencia común y los encontronazos con la Guardia Civil, que sigue la pista a los protagonistas, decaen en la reiteración: aparece siempre alguien que se chiva a los picoletos y Nourissier e Infante acaban de mala manera: un Quijote y Sancho de posguerra siguiendo pesquisas equivocadas en pos de La Pastora.

Entre capítulo y capítulo, esto es, entre ficción y ficción, Giménez Bartlett introduce la realidad: Florencio Pla Messeguer relata su vida en primera persona. Estos fragmentos reales, que aparecen con otro tipo de letra, deparan los mejores pasajes del libro. Escuchamos la voz de La Pastora solitaria que cuida ganado; la voz de la miseria y la marginación; la cruel experiencia de una sexualidad incapaz de definirse en el asfixiante microclima de la ignorancia; su acomodación a la violencia como líquido amniótico de la generación que padeció la Guerra Civil y se acabó acostumbrando al olor a sangre; la disección de las «razones» políticas de ese maquis tan mitificado por la memoria histórica de nuestra izquierda oficial. La extorsión sistemática sobre la población rural, en los enclaves de Vallibona, Chert, Catí o Rossell: ora el maquis, ora los escuadrones del somatén y la Guardia Civil.

Una voz repleta de modismos y giros populares que nos recuerda a los mejores y amargos fragmentos de la novela picaresca y el Pascual Duarte. En Donde nadie te encuentre, la fuerza del personaje «histórico» acaba desbancando a los personajes novelescos. La realidad, en este caso, se impone a la ficción.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

4 '
0

Compartir

También de interés.

Los porqués de la lectura