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Vivir en la escritura

DIETARIO VOLUBLE

Enrique Vila-Matas

Anagrama, Barcelona

276 PP.

18 €

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La aparición del diario de un escritor puede tener un cierto valor testimonial y –para sus incondicionales– supone desde luego una impagable oportunidad de merodear por la trastienda de su literatura. Tal es el caso de este Dietario voluble, que se presenta como una suma de anotaciones (fechadas entre diciembre de 2005 y abril de 2008) surgidas «desde el centro mismo de la escritura», como advierte el texto de la contracubierta, aunque no queda excluido de ellas cierto vínculo con la actualidad social e incluso política, en cumplimiento –algo artificioso por lo común– con el contexto periodístico para el que fueron concebidas en primera instancia. También es, conforme corresponde al género, una aproximación a la cotidianidad de una existencia en la que contienden la perplejidad de un ermitaño urbano y la curiosidad del viajero que todavía es capaz de vivir la experiencia del extrañamiento tanto en Nueva York como en Finlandia o Liubliana.

Pero Vila-Matas representa, como es bien sabido, un caso pertinaz de demolición de las barreras entre géneros y discursos, de modo que también sus diarios se ven afectados por esa heterodoxia militante. Eso permite armonizar los contenidos tradicionales del género con otros menos esperables: una bitácora de lecturas, un centón de citas, la recuperación de la memoria personal y, cómo no, una colección de breves ensayos sobre la creación literaria y sobre los autores fetiche del escritor barcelonés (Walser, Kafka, Gracq, Sebald), en los que se diluyen sus principales obsesiones, tales como el problema de la identidad, el laberinto del tiempo o las dudosas fronteras de la ficción.

El libro tiene algo, por tanto, de miscelánea y, por qué no decirlo, de reconversión rentable de materiales dispersos (hay, incluso, un texto que ya había aparecido como parte de un relato de Exploradores del abismo). Pero, para ser justos, toda esa dispersión e incluso las sospechas de reciclaje se atenúan en parte gracias al respaldo que proporciona un mundo literario bien perfilado, que es lo que confiere al cabo cierta cohesión al conjunto. No existe como tal un espinazo narrativo que vertebre convencionalmente los distintos textos, pues eso contravendría una concepción eminentemente fragmentaria de la existencia y de la escritura. Los vínculos se sustentan en la insistencia en las mismas constantes temáticas tanto como en el gusto por atmósferas y situaciones que favorecen la irrupción del misterio, el desconcierto y la paradoja.
En esta búsqueda de una cierta trabazón también pueden advertirse transferencias provenientes del mundo de las bitácoras cibernéticas. El blog –cuando tiene un mínimo de calidad, por supuesto– es algo más que una sucesión de entradas. Es un contexto y una unidad de sentido superior que se alimenta de sus fragmentos tanto como ellos del espacio que los alberga. Ello puede atribuirse a que el blog favorece la tentativa de crear una identidad compleja, no necesariamente identificable con la de su remoto creador, en la que confluyen la reflexión, la confesión íntima y los referentes culturales. Al igual que el weblog, la literatura de Vila-Matas, y muy especialmente este dietario, responde, en buena parte, a la necesidad de construir en la escritura una identidad en la que el sustrato biográfico se confunde con la imaginación y el arte. Esa identidad, que conduce necesariamente a una literatura fronteriza, suele apoyarse en el yo de un escritor enfermo de literatura cuya forma de entender el mundo no difiere, en lo esencial, de la forma en que lee, interpreta e interrelaciona las lecturas de sus autores preferidos.

La continuidad entre experiencia literaria y vital, en un ejercicio de continuas transferencias, asociaciones mentales y paradojas es, precisamente, la que proporciona las mejores páginas de este volumen, al tiempo que contrarresta su tendencia a la dispersión mediante la creación de una sola red donde concurren vida, recuerdos y pensamiento. De estas estrategias surgen algunos de los pasajes más destacables del libro, como el que parte de El proceso de Kafka para certificar el misterio de la pervivencia del yo en el tiempo. O ese otro en el que, a propósito de Erasmo y Coetzee, se interroga sobre la trampa implícita en la idea de dignidad, y su manejo interesado por parte de los censores.

El lector devoto de Vila-Matas encontrará, por tanto, suficientes motivos para acercarse a estas páginas y para disculpar sus irregularidades, que no son suficientes para oponer objeciones a la totalidad, pero sí para plantearse si no hubiera sido conveniente más serenidad y exigencia en las labores de criba y corrección. Estoy pensando ante todo en ciertos desmayos de una prosa que en ocasiones se deja arrastrar por una dicción en exceso plana, cuando no desaliñada (con descuidos como «revisionar en vídeo», «ver la vista», «el libro de Enzensberger hablando del perdedor radical»). Quizás estos lunares apuntan hacia un aspecto más general: la sensación de que este dietario no aporta grandes novedades respecto a los principales rasgos distintivos de su obra, esos que le han granjeado el reconocimiento crítico casi unánime y una proyección internacional poco frecuente en nuestras letras. Es verdad que el territorio propio de un escritor tiene, al fin y al cabo, sus límites. Pero no es menos cierto que el excesivo deambular por sus predios puede generar la impresión de que su extensión es cada vez más reducida y su paisaje menos estimulante.

Tal impresión concierne de forma muy directa a esa vasta mitología personal sobre la autoría literaria, especialmente la que se sitúa en los límites de su disolución, bien por ocultamiento (Robert Walser), por la interposición de máscaras (Pessoa) o por la elección del silencio creativo (los bartlebys). Podría discutirse si estos referentes sustentan una visión del mundo y de la literatura realmente original, o bien se trata en el fondo de una visión romántica de la creación literaria, alentada por la capacidad posmoderna de asignar valores artísticos a los discursos secundarios; tal es, me parece, el recinto en el que el debate crítico habrá de dirimir la verdadera estatura literaria del autor barcelonés. Pero, en cualquier caso, esta nueva comparecencia de aquellos mitos literarios en este Dietario voluble se resiente por la ausencia de un contexto narrativo más unitario que favorezca su cristalización como instrumentos de provocación intelectual y estética y, por tanto, como forma de conocimiento. No es descabellado suponer que, tras el paréntesis de Exploradores del abismo y del título que nos ocupa, la literatura de Vila-Matas devolverá a estas y otras obsesiones creativas a la tensa vigilia estética que ha permitido su crecimiento.

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Ficha técnica

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