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El habla de los sociólogos

Diccionario de Sociología

SALVADOR GINER, EMILIO LAMO DE ESPINOSA, CRISTÓBAL TORRES

Alianza, Madrid, 1998

904 págs.

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No creo que nadie cuestione que la idea de realizar ex novo un diccionario de Sociología que trate de ser a la vez exhaustivo en su contenido, interdisciplinar y plural en cuanto a su orientación, claro de exposición pero a la vez de alto nivel, manejable en cuanto a su tamaño y, encima, realizado íntegramente por autores españoles, presenta de entrada los suficientes rasgos utópicos como para considerarlo abocado casi indefectiblemente a la famosa doble F anglosajona («file and forget»). Y sin embargo, la tarea tenida por prácticamente imposible ha conseguido hacerse realidad. El trío de editores compuesto por Salvador Giner, Emilio Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres (significativamente, representantes de tres generaciones diferentes de sociólogos españoles) se hace así, de entrada, acreedor al agradecimiento de cuantos nos dedicamos de una forma u otra a las ciencias sociales. La tarea que queda, en adelante, por hacer es ya la más fácil: mantener, pulir, actualizar. Es decir, reverdecer su vigencia. Pero el edificio ha quedado ya armado.

El Diccionario presenta tres características básicas: variedad y calidad de los colaboradores, interdisciplinareidad de enfoque, exhaustividad de contenido. Los colaboradores, más de doscientos, proceden no sólo de la sociología, sino también de la antropología, de la ciencia política, de la psicología social, de la filosofía y de la economía. Tan amplia y variada nómina de autores evidencia, por otro lado, el nivel de producción teórica y empírica alcanzado por la comunidad de científicos sociales españoles, dicho sea esto sin el menor atisbo de autocomplacencia chauvinista, sino más bien como constatación de lo infundado de cualquier residuo de nuestro añejo complejo de inferioridad que en este campo pudiera quedarnos.

Las 1.451 voces del texto (de ellas, 157 de remisión) se esparcen así por todo el conjunto de disciplinas que abordan el estudio de lo social, con una especial sensibilidad para temáticas específicamente relevantes desde una perspectiva española e hispanoamericana. Así, un buen número de voces se dedican a autores como Sales i Ferré, Salillas, Díaz del Moral, Salvador Lissarrague, José Luis López Aranguren o Juan Francisco Marsal, o a temas tales como el ejido, el peronismo, el bandolerismo o el cortijo.

Uno de los principales logros del Diccionario es, sin duda, haber logrado convocar a un ingente número de colaboradores, de todas las áreas tendencias, regiones y aun edades, garantizando un adecuado reflejo del pluralismo existente en la Sociología española. Al mismo tiempo, sin embargo, el producto final presenta una razonable unidad y coherencia interna, lo que dice mucho del trabajo de articulación, ensamblaje y armonización que los editores han debido realizar a partir del material inicial recibido que cabe imaginar variopinto y aun contradictorio.

En la edición, cuidada con escrupulosidad, cabe destacar el índice analítico y el índice de autores y términos. El primero constituye una herramienta muy útil que complementa, y aun mejora, el listado de voces principales del texto y el uso de las referencias cruzadas. El índice de autores y términos, por su parte, facilita la identificación de los colaboradores y el rastreo de sus aportaciones al volumen.

El Diccionario no es, ni pretende ser, una introducción a la Sociología. Pero por su claridad y rigor sin duda constituye un elemento auxiliar de enorme valor, tanto para estudiantes como para profesionales.

Evidentemente, pese al incontestable éxito que en esta su edición inicial el Diccionario de Sociología significa, hay aspectos que quizá son mejorables. Por ejemplo, junto a los índices analíticos, de autores y de voces cabría incluir un índice que ordenase las voces por campos disciplinares. Ello facilitaría la detección de las voces incluidas y al mismo tiempo de las no incluidas… y por tanto a incluir.

De hecho, una agrupación de voces por especialidades permitiría un mejor seguimiento del peso real concedido a cada una de ellas en el conjunto de la obra y ello contribuiría a obviar algunas de las sin duda involuntarias asimetrías que ahora cabe apreciar. ¿Por qué, por ejemplo, aparece Bourdieu… pero no Touraine o Linz? ¿Por qué algunos campos tienen más voces que otros de desarrollo similar (la sociología de la salud, por ejemplo, sólo tiene dos voces)?

Pese a la ya apuntada y aplaudida labor de armonización realizada por los editores, lo cierto es que cada voz es en última instancia de un autor distinto. En alguna ocasión ello da lugar a que voces de significación muy cercana, pero redactadas por autores distintos, resulten chirriantes entre sí, cuando no poco coherentes y aun contradictorias. Pero este es sin duda el precio a pagar por el respeto al pluralismo y a la diversidad de enfoques –un precio asumible, después de todo–.

Finalmente, y como sin duda parece muy difícil de evitar por completo en una obra de autoría tan compartida, la calidad literaria de las distintas voces presenta en ocasiones (pocas, bien es verdad) desniveles apreciables: junto a pequeñas joyas de elegancia, claridad y concisión expresiva (y de éstas hay muchas) hay algunas voces farragosas y aun confusas que precisamente por su excepcionalidad resultan tanto más chirriantes.

Estos reparos son, sin duda, de orden menor y en nada menoscaban el valor y significado de este Diccionario al que resulta fácil augurar tanto éxito como larga vida.

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Ficha técnica

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