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Reencuentros

Desencuentros

LUIS SEPÚLVEDA

Tusquets, Barcelona, 1997

248 págs.

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A tal señor, tal honor: me he servido un pisco añejo Ovalle para celebrar el encuentro con Recuerdos patrióticos, mi favorito entre los cuentos de Luis Sepúlveda. Tanto me gustó que hace ya bastantes años me lo leyó de viva voz, y lo grabé, con destino al archivo de la palabra en la emisora para la que trabajo. Es una joya. Su cáscara risueña esconde un carozo duro y agrio: bien ahormado en la honda, los davides del común le arrean flor de pedrada al Goliat del oficialismo y la huequería, las mercancías políticas más al uso. He celebrado, pues, el reencuentro con este cuento y con varios más de Desencuentros, desde algunos de los cuales me sigue asaltando el recuerdo del Gran Cronopio. Pero vayamos por partes.

Éste debe ser el cuarto volumen de cuentos publicados por Sepúlveda: tengo al alcance de la mano Los miedos, las vidas, la muertes y otras alucinaciones (Estocolmo, 1985), Cuaderno de viaje (Alcalá de Henares, 1986), Komplot I (México D. F., 1995), y ahora Desencuentros (Barcelona, 1997). Pero a partir del tercer volumen lo que se produce es un reciclaje. Komplot I apareció con el muy acertado subtítulo de «Antología irresponsable», y en su prólogo se anunciaban dos volúmenes más que, hasta donde sé, nunca vieron la luz. Komplot I incluía ocho cuentos de Los miedos… y otros ocho más; cuatro de ellos olían como hechos a la medida para concursos literarios de la Tabacalera (título de la sección: Cuatro historias de fumadores). En Desencuentros reencontramos diez de Los miedos… (seis coinciden con la selección hecha en Komplot I), más ocho de Cuaderno de viaje y nueve novedades por las que circulan muchos trenes: señal inequívoca de la afición del autor a concursar al Premio Antonio Machado. Me figuro que como deferencia al lector español, el cuento Sacado del diario de ayer queda rebautizado en la edición de Tusquets con un nuevo título: Del periódico de ayer. Y aunque peco de masoca en la lectura, no he querido seguir ahondando en estos tientos y variaciones.

Porque lo que de verdad me ha importado es constatar que el mejor libro que publica Sepúlveda desde que se reeditó (y al reeditarse fue «descubierto») Un viejo que leía novelas de amor, es justamente Desencuentros, es decir, un volumen compuesto en al menos dos terceras partes por lo que su autor había escrito antes de Un viejo…, lo que resulta también al menos alarmante.

Pero menos da una piedra, y lo cierto es que los cuentos de Luis Sepúlveda estaban pidiendo a gritos una edición com'ilfó, además de que las anteriores deben estar agotadas o encontrarse sólo en oscuros rincones de librerías recónditas. Y si los cuentos de este chileno estaban pidiendo a gritos su reimpresión es porque son de a deveras buenos. Más de uno es carne de antología: perdonen si insisto en Recuerdos patrióticos.

Al mismo tiempo, documentan la casi impagable deuda que la generación de Sepúlveda contrajo con el Gran Cronopio, y es de agradecer (y de imitar) que casi toda la generación lo reconozca. Sepúlveda lo hace expresis verbis en uno de sus textos más cronopiales, Para destruir un destructor, que incluyó en Komplot I para desecharlo luego en estos Desencuentros: rara avis (sigamos con los latinajos, puesto que éste viene como hielito al güisqui), pues en el final de esa alhaja ya aparece una gaviota que suena a parienta cercanísima de aquella a la que un gato le enseñó a volar.

Basta, por otra parte, con una revisión de los epígrafes que anteceden a algunos de estos cuentos, para dibujar el árbol genealógico del narrador: además del ya citado Julio Cortázar, Sepúlveda usa para introducir sus cuentos citas de Osvaldo Soriano, Roberto Arlt, Graham Greene, Günter Grass. Y alguna que otra vez a los poetas: el peruano Antonio Cisneros («Mas mis dioses son flacos y dudé»), el cubano José Martí («Soy un hombre decente. Tengo miedo»).

En estos cuentos de Luis Sepúlveda hay desmaños y descuidos, ecos y préstamos, pero todavía late en ellos el buen pulso de quien tiene ganas de contar y cosas que contar. Quienes no los conozcan de antes se llevarán una agradable sorpresa y disfrutarán el placer olvidado de la lectura porque sí. Quienes ya los conocíamos sólo podemos preguntarnos el porqué de ese título, Desencuentros, cuando en verdad os digo que se trata de felices reencuentros. Pero ésa es otra historia,Kiplingus dixit!

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