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Cuentos de sombras

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En su introducción a esta antología, José María Parreño señala que la sombra, junto con el reflejo en el agua, es la más antigua imagen que el ser humano pudo contemplar de sí mismo, y añade que la dependencia continua del cuerpo y lo inaprensible de la sombra y del reflejo, debieron de crear en la conciencia humana originaria emociones que siguen presentes en nuestro inconsciente. La introducción es un conciso y rico repaso de la imaginación mítica y literaria que el tema de la sombra ha suscitado en la humanidad, al menos desde ese episodio de la caverna platónica que Parreño recuerda como una de las metáforas germinales de la literatura occidental. El autor acude a un apartado clasificatorio del tema de la sombra en el mundo de la tradición literaria, presentando cuatro aspectos: la aparición de la sombra como ente separado del cuerpo a la muerte de su portador; la situación contraria, desaparición temporal o permanente de la sombra en vida del individuo que la lleva; la importancia de la sombra como elemento de la humanidad completa de su dueño –«lo que le acontece a uno de los dos repercute en el otro», dice– y, por último, la posibilidad de rigurosa independencia en el comportamiento de sombra y cuerpo.

Esta clasificación originará distintas perspectivas en el momento de analizar diversas gradaciones y hasta interpretaciones de la sombra: la psyché griega –la «inasible sombra» de la madre de Odiseo en el Hades–; ese «cuerpo del alma» de la tradición occidental, para la que la desaparición de la sombra supone la pérdida del alma; la idea de «nuestra parte de sombra» en Jung –«la función insuficientemente diferenciada y la actitud poco desarrollada»– y con ello la duplicidad de luz y sombra en que la conciencia se debate –«Que la sombra se convierta en nuestro amigo o en nuestro enemigo depende en gran parte de nosotros mismos»–, palabra de Jung; las leyendas sobre curaciones y actos de magia simpática donde es sustantiva la relación de cuerpo y sombra; la falta de sombra como muestra de una gravísima amputación humana, y la separación abrupta de sombra y cuerpo como una terrible disociación. Lo cierto es que el tema de la sombra, tan relacionado con el tema del doble, ha sido un estimulante notable de la imaginación humana, en esa sospecha nunca acallada de que la sombra que nuestro cuerpo proyecta es un testimonio que, más allá del puro fenómeno físico, expone la presencia de una personalidad, acaso secreta para los mismos que la causamos, que sin embargo siempre estará a nuestro lado.

La introducción sirve de pórtico a la antología de relatos donde se presentan once textos de muy diferente contenido y perspectiva conceptual. Parreño advierte que ha renunciado a incorporar varios textos más conocidos o demasiado extensos: entre ellos alude a La maravillosa historia de Peter Schlemihl de Adelbert von Chamisso –la historia del hombre que vende su sombra a cambio de una bolsa mágica de oro– y a La sombra, de Hans Christian Andersen –la historia del hombre que pierde su sombra en el interior de la casa frontera a la que habita temporalmente en un viaje a una ciudad alejada de la de su residencia habitual–. El relato de Von Chamisso es, en efecto, demasiado extenso para una antología de este carácter, y acaso la historia de Oscar Wilde, en la que un hombre renuncia a su sombra/alma, pueda sustituir algo de su sentido, pero quizá pudiera haberse incluido el de Andersen, donde su autor no sólo cuenta la anulación y sustitución de la parte benigna del protagonista por su parte maligna, sino que también nos expone metafóricamente lo que pudiera entenderse por el mecanismo de la creación, ese acceder a la casa de la poesía para conocer todos sus secretos del que sólo es capaz nuestra parte de sombra, añadiendo un matiz al conjunto. Sin embargo, parece que el propósito de Parreño ha sido presentar un abanico orientativo de temas sobre la sombra que incluya textos de distintas épocas, géneros y sentidos: apólogos clásicos y modernos, cuentos populares, novelas cortas, piezas teatrales y hasta un libreto de ópera.

Los primeros textos –fábulas muy breves sobre esa sombra del burro que suscita discusión acerca de quién sea su propietario– tienen la sombra como pura excusa nominal y recuerdan la vieja polémica sobre la propiedad de lo intangible, ejemplo perfecto de las discusiones banales, que también nos habla de esas dimensiones impalpables que la lógica de la avaricia humana intenta domeñar, como aquellas perdices cuyo aroma alimentó al peregrino y que él pagó con el simple resonar de sus monedas sobre la mesa.

El tema de la sombra como proyección, y hasta prueba segura de la pérdida del alma, aparece en el «El milagro de Teófilo», una adaptación contemporánea del propio Parreño de aquel «pleito de Teófilo» que narró Berceo entre Los milagros Nuestra Señora, y que tiene como protagonista al vicario episcopal cesante que recurre a Lucifer para recuperar su puesto. «Pero perdió la sombra/ siempre fo desombrado»: y la desaparición de la sombra será la señal de la pérdida de su alma, como precio del pacto diabólico, hasta que Nuestra Señora acuda en su ayuda.Tras la recreación del milagro de Berceo se presenta una de las versiones del cuento popular «Juan sin Miedo» –también en adaptación de Parreño–, en el que la sombra de ese hombre que no le teme a nada es precisamente la parte junguiana que lo sobresalta en su única, y definitiva, ocasión de terror.

«El hombre que perdió su sombra» está recogido de la sección correspondiente a Navarra en la Antología de leyendas de la literatura universal de Vicente García de Diego. En otras versiones, el cura aficionado a las artes ocultistas y diabólicas no se llama Juan de Atarrabio, sino Juan Tarrabiel. Conforme señala Parreño en la citada introducción a su antología, la leyenda está inspirada en la de la cueva de Salamanca, donde cursó estudios demoníacos el famoso marqués deVillena, que logró engañar al diablo, según se cuenta, haciendo que se quedase con su sombra y no con su cuerpo. Parreño asegura que el diablo no sufrió engaño alguno, pues aquel cuerpo del marqués, sin sombra durante todos los días que le quedaron de vida, lo que mostraba era, precisamente, que el diablo se había hecho cargo de su alma. Como referencia curiosa, el autor recuerda en la introducción que la leyenda de Enrique de Villena fue conocida por un viajero alemán –Johannes Limberg– que visitó Salamanca a finales del siglo XVII y que publicó la relación de su viaje en Berlín en 1690, por lo que no sería absurdo pensar que su información sobre el marqués hubiera constituido «la fuente inspiradora de Chamisso» para su famosa novela.

A continuación se recoge el «Entremés de la sombra», un anónimo de finales del siglo XVIII : el sacristán Chinela, sorprendido por Benito con su esposa, se hace pasar por la sombra del marido para que no se ponga de manifiesto el adulterio. Podemos imaginarnos el juego escénico de este juguete bufo, que sin duda es precedente de aquellas comedias cinematográficas de hace años, donde, para disimular su presencia, un personaje en apuros, al otro lado de un marco, fingía ser una imagen en el espejo, reproduciendo fielmente todos los visajes, gestos y movimientos de aquel ante quien quería pasar inadvertido. Elisabeth Frenzel, en su Diccionario de motivos de la literatura universal al tratar el tema del doble, recalca la insistencia española en el tratamiento teatral del asunto –Lope de Rueda, Lope de Vega, Tirso de Molina, Bances Candamo, Zorrilla…–, lo que adscribiría este breve y disparatado entremés a toda una tradición.

La siguiente pieza de la antología es la novela corta «Onuphrius o las vejaciones fantásticas de un admirador de Hoffmann» de Théophile Gautier. Hoffmann utilizó el tema del doble a lo largo de varias obras –Loselixires del diablo, La princesa Brambilia, La señorita de Scuderi– y en el texto de Gautier sabemos, por algunas menciones, que las aficiones lectoras del joven pintor protagonista podrían incluir los libros del autor de Elhombre de la arena. Mas el problema del joven Onuphrius no tiene como centro su relación con la sombra, ni con el doble, sino más bien su convicción, progresivamente convertida en locura «por causa desconocida», como se diagnostica en la burlesca clasificación del doctor Esquirol, de ser juguete de los caprichos del diablo. Al final de este relato extraño, confuso, a veces onírico, siempre homenaje irónico a ciertas modas de la época en que fue escrito, se alude a la «historia de Peter Schlemihl» para decirnos que el enloquecido Onuphrius «se empeñaba en no ver su reflejo en los espejos ni su sombra en el suelo», lo que no sólo vendría a ser uno más de los efectos de su obsesión con las jugarretas del diablo, sino que serviría para justificar su inclusión dentro de la temática de la antología.

En el siguiente texto, la breve narración «Sombra», de Edgar Allan Poe –su autor la subtituló «Parábola»–, no hay tampoco desdoblamientos ni pérdidas, sino la materialización poética de una intuición que utiliza un pretexto dramático –el momento en que siete amigos velan el cadáver de otro– para suscitar la imagen de una sombra que sería representación de todos los amigos perdidos, de todo lo que ya no vive. La traducción de Julio Cortázar no mejora la que en su día hizo Julio Gómez de la Serna.

Si la sombra de Poe tiene carácter sobre todo alegórico, el relato recogido a continuación, «Karagöz», es una crónica de Gérard de Nerval sobre una marioneta de sombra, se supone que de cartón recortado, al parecer marcada por un enorme rasgo característico –«víctima de su castidad»– que divertía mucho a los espectadores populares turcos, incluidos los niños, pero que no dejaba de sorprender a un francés culto de mediados del siglo XIX,viajero en Constantinopla. Este relato sobre un tablado de marionetas y las gracias y desgracias del estrambótico muñeco protagonista debe considerarse una muestra más en un conjunto que pretende ser ecléctico, e incluir relatos de sombras aunque pueda tratarse de simples juguetes sin demasiada vocación misteriosa.

Se ofrece a continuación el relato más largo de la antología, otra novela corta, en este caso de Benito Pérez Galdós, titulada «La sombra». Esta novela fue su segundo libro editado y se publicó en 1871, después de La fontana de oro. Entonces el autor tenía veintiocho años y, según su propio testimonio, la novela «data de una época que se pierde en la noche de los tiempos, y tan antigua se me hace y tan infantil, que no acierto a precisar su fecha de origen». Deudora de las lecturas románticas del joven escritor, «La sombra» muestra la indudable potencia narrativa de Galdós y su capacidad para crear personajes vigorosos, pero también deja ver torpezas y excesos causados por la inexperiencia: la historia, o confesión, del doctor Anselmo tiene un preámbulo demasiado largo y prolijo, y el misterio de esa figura de Paris, que se sale del cuadro donde está pintado junto a Helena para cortejar a la esposa del doctor, se debilita y embarulla al mezclarse con la materialización de esa especie de asaltacamas llamado Alejandro. En este caso, es la sombra de los celos del mismo doctor Anselmo, su propia imaginación envenenada, la que da consistencia a su adversario, aunque sin duda las explicaciones del doctor y su relación con la personalización de sus reconcomios quita bastante misterio a la historia y la conduce a lo grotesco. Sin embargo, hay que agradecerle a Parreño que haya rescatado esta peculiar novelita fantástica española para incluirla en su antología.

Los dos últimos textos continúan manifestando la diversidad de registros del conjunto. «El pescador y su alma», de Oscar Wilde, es un largo relato de corte maravilloso que tiene como asunto la fascinación del pescador por la sirena que ha conseguido atrapar en sus redes; para poder cumplir su amor con ella debe renunciar a su alma, y su pesquisa para conseguirlo le lleva hasta una bruja que le revela el secreto: la liberación de su alma supone separarse de su sombra, que es «el cuerpo de su alma», recortándola alrededor de los pies. La peripecia del cuento viene a estar en la pugna de la sombra por recuperar su lugar junto al cuerpo, y en cómo de la abrupta separación provendrá la malignidad de los pensamientos y de las acciones, pues esa sombra segregada –el alma– acabará engañando al cuerpo y obligándole a realizar acciones criminales. Esta historia, en la que se recrea magistralmente la atmósfera de un mundo entre feérico y propio de Las mil y una noches, sin dejar de ser una parábola sobre los peligros de pretender separar cuerpo y espíritu, y una amarga alusión a la intolerancia de los líderes religiosos, pudiera contraponerse al relato de H. Ch. Andersen La sirenita, donde la sustancia dramática no está en conseguir liberarse del alma para poder unirse a las fuerzas de la naturaleza sino en todo lo contrario, en la nostalgia de las fuerzas de la naturaleza por conseguir un alma humana. En el mismo sentido,Ondina, de La Motte Fouqué, representa el anhelo de la naturaleza de adquirir ese privilegio del alma que sólo corresponde a los seres humanos. Pero en el cuento de Wilde, el papel de la sombra como alma, un concepto que sin duda proviene de muy antiguas ficciones sobre la naturaleza humana y sus atributos, está incorporado con naturalidad y evidente verosimilitud narrativa.

El último de los textos incluido en la antología es el libreto de la ópera en tres actos «La mujer sin sombra», de Hugo von Hofmannsthal. En la historia, la voz de un halcón,espíritus sirvientes,una emperatriz y otros personajes inusitados desarrollan una trama extraña, donde mundos paralelos coinciden para que la emperatriz pueda conseguir la sombra de una pobre tintorera y salvar al emperador de un fatal destino. También en esta ocasión esa sombra es la señal del alma, y hasta del amor y la supervivencia. Con el libreto expresionista de Von Hofmannsthal se completa un panorama literario que ha incluido al mundo clásico, al de los cuentos populares, al barroco, al romanticismo, a la literatura de finales del siglo XIX,al modernismo. En los tiempos que vivimos, tan saturados de efectos especiales, parece que ya nadie piensa en esa sencilla e impalpable criatura que cualquier fuente luminosa hace surgir de nuestro cuerpo. Pero el tema de la sombra está en los orígenes de nuestra imaginación, y sigue y seguirá acompañándonos irremediablemente.

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