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Cuentos como sugerencias

La novia de Corinto y otros cuentos de ángeles y hechos sobrenaturales

AMADO NERVO

Celeste, Madrid, 1999

52 págs. 700 ptas.

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Los cuentos de Amado Nervo tienen la virtud de recordarnos que no siempre hubo esta religión imperante que sacraliza la trama por encima de todo, probablemente porque sólo la trama es apreciada por el todopoderoso paladar de la adaptación al cine o el resumen de prensa, dos de los grandes ideales de la literatura más a la vista. A menudo los cuentos de Nervo tienen trama, pero en ocasiones, como en El país en que la lluvia era luminosa, todo el cuento puede reposar –y le basta–, en la descripción de una ciudad bajo una lluvia luminosa compuesta con la misma agua fosforescente de la que están hechos algunos mares benditos (esto es, habitados por ciertos bichitos primos de los cocuyos). Esa hoy arriesgada apuesta por la simple descripción de la belleza, en la que nuestra época ya no confiaría demasiado, no es más que uno de los indicios de la fe de Amado Nervo en los poderes del cuento, que él concibe breve; aéreo, que no ligero; y rápido, o si se quiere, nítido. Elementos muy parecidos a algunos de los que propone o profetiza Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio, y esta coincidencia con la prosa de uno de los poetas preferidos de nuestras abuelas demostraría, por si hiciera falta, lo peligroso de las etiquetas.

Lo que ya no está tan claro es que alguien se quisiese arriesgar hoy a tanta inocencia –como en el cuento de un soldado suicida al que toman por héroe–, y la necesaria advertencia de que uso este término en su acepción más noble es ya un indicio de que entre Nervo y nosotros se perdió al menos cierto tipo de ingenuidad… (La duda es si cierto grado de inocencia no es condición indispensable a la literatura, incluyendo la más pedestre, comprometida o realista.) Esta misma inocencia es la que le permite a Nervo crear un diálogo entre el ángel Jehel y el Espíritu acerca de una joven agonizante en la tierra. No es casual que los breves cuentos reunidos en este escueto volumen traten de ángeles, como dice su propio título, pues a la exacta unión de fondo y forma –cuentos y breves-se añade lo que parecería un acento, o un espíritu en la ortografía del griego clásico: de ángeles y hechos sobrenaturales.

De algún modo esa feliz trinidad refleja la personalidad de Nervo, prolífico autor mexicano (1870-1919), que dejó una obra en treinta volúmenes escrita en una vida de estudiante de teología primero y luego diplomático, trabajo frecuente entre los escritores americanos de la época, destinado entre otros lugares en España. La mujer definitiva que descubrió en París junto con el Parnaso, Ana Daillez, murió antes que él, y eso sentenció muchos de sus cuentos espirituales y sobre todo el póstumo Laamada inmóvil, que es el suyo más famoso y cuyo aire se rastrea en algunos de éstos. La retórica académica le suele adjudicar la influencia de D'Annunzio, pero eso es como comparar un pub irlandés con un fumadero de opio en Shangai sólo porque en ambos sitios está lloviendo.

Como a través de un visillo, en los cuentos de Nervo se alcanza a percibir sin embargo el lento, despreocupado, conversado y elegante mundo de los hispanoamericanos que vivían entonces en Europa, que era más bien barroco y tomaba el té en vajillas de Sèvres, y de ahí que la sobriedad y ligereza con que cuenta Nervo conviertan sus relatos en sugerencias.

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