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La corriente salvaje

Un trampolín de piedra sobre el Hudson

HENRY ROTH

Alfaguara, Madrid, 500 págs.

Trad. de Beatriz-Ruiz Arrabal

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Henry Roth nació en Tysmenica, Austria-Hungría. Su padre era camarero. En 1907 Henry emigró con su madre a Nueva York, donde el cabeza de familia estaba ya establecido. Desde 1908 hasta 1910 la familia Roth, que hablaba yiddish, vivió en Brooklyn, hasta que se trasladaron al Lower East Side, «una especie de miniestado judío», como Roth comentaría en uno de sus libros, y después a Harlem, un barrio entonces de irlandeses e italianos. Roth empezó a escribir en sus años de instituto sin llegar a cuajar en una actividad fundamental para él hasta que una profesora de literatura, con la que vivió en Greenwich Village, le introdujo en el mundillo literario de Manhattan, conociendo a escritores como Hart Crane y Margaret Mead. Call It Sleep, su primera obra, recibió buenas críticas, pero pronto fue olvidada. Contaba los primeros seis años de vida de un muchacho judío en el gueto neoyorquino antes de la primera guerra mundial. Protegido por su madre, la vida de David Schearl se torna una pesadilla cuando su desequilibrado progenitor, atormentado por sus fracasos laborales, empieza a maltratarlo. Tras una experiencia terrible, David cierra los ojos apretado a su madre y vive lo que «uno podría llamar sueño». Call It Sleep acusaba la influencia de James Joyce, introduciendo en la literatura americana el monólogo interior. Era una «novela proletaria» (Roth se afilió al Partido Comunista en 1933), si bien despreciada por sus compañeros de partido por utilizar la introspección freudiana y la exploración lingüística en lugar de centrarse en la crítica social. Tras esta novela, Roth entró en una suerte de inseguridad creativa y quemó todos sus manuscritos y diarios en 1940. No publicaría ningún otro libro hasta 1994. En esos años, trabajaría como afilador, auxiliar de manicomio, granjero y profesor, entre otros empleos. Comenzó a escribir de nuevo en los años sesenta, poco después de vender un millón de ejemplares de la reedición de Call It Sleep. Cuando se planteó una nueva novela, lo hizo pensando en su experiencia vital, sobre todo de su adolescencia y juventud. Tenía la sensación de haber vivido «a merced de una corriente salvaje», como en el Henry VIII de Shakespeare. Por eso tituló así su autobiografía novelada, de la que publicaría tres entregas antes de su muerte en 1995.

El héroe de esta larga empresa novelística, Ira Stigman, es un joven que recuerda en muchos aspectos al propio Roth. Una estrella brilla sobre Mt. Morris Park cuenta el traslado de la familia Stigman del judío East Side al entonces barrio irlandés de la calle 114 en Harlem, como hizo en la realidad la propia familia Roth. El joven Ira tiene problemas con su sexualidad emergente, con su condición judía (siente vergüenza de su familia) y está convencido de que «si puedes poner en palabras lo que sientes, lo haces tuyo». En la segunda entrega, Un trampolín de piedra sobre el Hudson (1995), Roth continúa indagando en su propia memoria, convirtiendo su vida en una fluida corriente de literatura. Seguimos al torturado héroe Ira Stigman en sus años de instituto y en su introducción en el mundo de la escritura. El autor americano organiza su ingente material con ayuda de un ordenador al que llama Ecclesias y con el que se confiesa de una manera ingenua y desinhibida. De esta forma, la narración en tercera persona de aquel Nueva York de entreguerras tiene el contrapunto de las apostillas en primera desarrolladas por un Ira octogenario que observa la vida todavía con curiosidad y pasión. Ira confiesa a su ordenador que a la edad de catorce años tuvo una larga relación incestuosa con su hermana menor. Para él, este fue el acto crucial mediante el cual traspasó las fronteras de lo convencional y se convirtió en un escritor. Todo esto tiene interés a la hora de explicar la intrínseca vocación transgresora que conduce a la escritura. Alguien que se expresa por medio de la palabra y sólo por ella, nos viene a decir Henry Roth, es un ser que vive al margen de la sociedad y para quien sus leyes tienen una fuerza moral relativa.

La crítica ha exagerado la influencia del Stephen Dedalus de Joyce en Ira Stigman. Es cierto que comparte su acerada consciencia acerca de lo que ocurre a su alrededor, así como ese agudo, casi doloroso despertar de los poderes imaginativos que conducirán su vida en el futuro. Sin embargo, Roth introduce un elemento diferenciador de gran trascendencia: el judaísmo. El americano incorpora no sólo acentos e idiosincrasia sino también métodos educativos y mecanismos mentales que hacen de su experiencia otra diferente a la de los irlandeses o los italianos que viven casi pared con pared con él. La vida de Ira transcurre en el hogar de unos padres que siempre están riñendo, igual que él riñe o fornica con su hermana Minnie. El padre, Chaim, es retratado como un hombre incapaz de amar, inclinado a abusar de su familia, un hombre eternamente amargado. En cambio, la madre, Genya, es una mujer infeliz, resignada a su rol de mártir que busca satisfacción en la superficial complicidad con su hijo. Roth es más freudiano que joyceano. De ahí la huella que dejan en Ira sus relaciones incestuosas primero con su hermana y luego con su prima, que empiezan a la edad de doce años. Aquí vida y literatura se funden en el diván del psicoanálisis. Roth describe al mínimo detalle sus encuentros con Minnie y luego con Stella, y su dificultad para encontrar un amor sano y normal. Los domingos por la mañana, cuando el padre servía en algún restaurante de Nueva York y su madre había salido de compras, los hermanos Stigman se buscaban y copulaban con un frenesí lleno de riesgos. Al volver la vista atrás desde el presente de una era en la que el ordenador ha sustituido al analista, Ira comprende la fatalidad que le guiaba. Una fatalidad que se manifiesta en forma de complejo de culpa.

En los primeros capítulos de este libro de Roth, Ira roba una pluma estilográfica en la clase y más tarde se la regala a uno de sus amigos, el atleta. No ha hecho sino vengarse por haber sido despojado antes a su vez de una pluma mucho menos valiosa. Pero es descubierto y enfrentado a su culpa. Ese día es devuelto a su casa con el convencimiento de que va a ser expulsado del instituto. Le angustia arrojar ese fracaso a las espaldas de sus padres, ese rechazo que subraya su condición de judío. Entonces se asoma al trampolín de piedra sobre el Hudson y tiene que decidir si arrojarse a la corriente del río o seguir la propia corriente salvaje de su vida. Escoge lo segundo. Un trampolín de piedra sobre el Hudson trata de esta elección, ahondando en los insospechados hilos que se cruzan entre la vida y la escritura.

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Ficha técnica

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